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El trabajo es el proceso que invade todo el ser del hombre y constituye su carácter específico. Solo el pensamiento que ha revelado que en el trabajo ocurre algo esencial al hombre y a su ser, que ha descubierto la íntima y necesaria conexión entre dos cuestiones “que es el trabajo” y “quien es el hombre”, pudo iniciar una investigación científica del trabajo en todas sus formas y manifestaciones, así como la realidad humana en todas sus formas y manifestaciones” (Karel Kosik, 1967: 217)

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miércoles, 14 de junio de 2017

La producción de la masculinidad en el trabajo petrolero

Por Hernán M. Palermo 

En este libro la perspectiva de género no está centrada sobre el universo de lo femenino, sino que apunta a desentrañar los sentidos y valores que se imponen a los varones, configurando determinadas formas de comportarse como hombres. Esta obra constituye un aporte fundamental para visibilizar cómo desde el espacio de trabajo se incorporan representaciones y comportamientos que apuntalan la desigualdad de género.
El autor, desde su posición de privilegio estructural, desnaturaliza y pone de relieve las masculinidades que se configuran en la intersección entre género y clase, a la vez que reflexiona y pone en palabras lo que ocurre en aquellos ámbitos de trabajo petrolero propios de la Patagonia argentina. Es en esos espacios distantes, pero también conectados a las dinámicas urbanas, donde se corporizan los lenguajes y rituales de una masculinidad hegemónica que se entrama con los mismos requerimientos de la producción.

El hallazgo antropológico que se plasma en esta minuciosa investigación apunta a desentrañar las manifestaciones concretas que asume esa masculinidad en los modos de organizar el trabajo que impone la empresa, amplificada en el quehacer cotidiano de los trabajadores. En sintonía con el planteo que realiza el autor, es posible afirmar que la conquista que el capital realiza en estos enclaves no se limita únicamente a la extracción ilimitada de recursos y a la explotación de la fuerza de trabajo, sino a la producción de una masculinidad acorde a los objetivos de incrementar de modo sistemático la rentabilidad empresarial.







LIBRO COMPLETO

1 comentario:

Rubén Caligari dijo...

Hernán:
Soy ingeniero de petróleos con 40 años de industria y conozco muy bien el trabajo petrolero y la Patagonia. Conocí tus trabajos a partir del artículo de Río Negro y el material del blog y no puedo dejar de señalar algunas diferencias.
La construcción de la "férrea visión sexual del trabajo" no es propia de YPF ni de la industria, sino parte del modelo de sociedad del siglo XX y que se repite en otras organizaciones como el ejército y las escuelas técnicas. Del mismo modo, el ideario nacionalista petrolero formó parte de una época que desvió al debate hacia lo simbólico, un discurso legitimador de privilegios y arbitrariedades.
Ese trabajador ideal de masculinidad era funcional a una actividad que requería de enormes esfuerzos físicos en condiciones severas y con riesgos permanentes, así era la industria de los 20, los 30 y que en mi experiencia, se empieza a cambiar desde los 70 del siglo pasado. La operación se hace más compleja, las tecnologías se renuevan y el perfil del trabajador ya no es el macho capaz de soportar lo insoportable, sino el comprometido con la tarea y los resultados, y con la productividad, palabra muy bastardeada hoy. El peso creciente del sindicalismo también tomó la palabra para limitar abusos y exigir mejores condiciones, acordes con una nueva generación de empresarios que en Argentina se puede asociar con la entrada de operadores privados en forma mucho más acentuada. Y, sobre todo, un cambio de época que se daba en todo el mundo.
Es cierto que los petroleros de boca de pozo mostraban habitualmente en su cuerpo las cicatrices de un trabajo rudo y peligroso, pero de ninguna manera puede decirse que eso a la empresa le conviene. Si estuviste en el campo debes haber visto el peso que las normas de salud, seguridad y cuidado del ambiente tienen hoy en las operaciones. Ninguna tarea, por importante que sea se puede realizar si existe riesgo para los trabajadores, y cada uno, cualquiera sea su posición jerárquica, está habilitado para detener el proceso y señalar el desvío riesgoso. Ayer mismo visité un equipo de perforación en Neuquén donde, orgulloso, me recibió el jefe de pozo con un comentario: "Llevamos 1011 días de trabajo sin incidentes".
No hay riesgo cero, pero esta industria ha avanzado muchísimo desde las prácticas de mediados del siglo pasado que describes, no niego que parte de esa cultura ha permeado hasta nuestros días, pero no es la dominante. Por el contrario, y las estadísticas lo muestran claramente, hay cada vez menos accidentes e incidentes, sobre todo, éstos son de menor gravedad. El clima sigue siendo duro, pero hay un estricto control y las tareas se paran si se superan límites muy estrictos que no definen ni controlan las empresas (ayer estaban parados porque el viento superaba 40 km/h). Los "nuevos", lejos de ser expuestos a las tareas más duras, se limitan a observar al principio hasta que van entendiendo que la eficiencia operativa empieza por la integridad propia y del grupo y saben actuar en concordancia. La capacitación es permanente, ninguna tarea no rutinaria se inicia sin una reunión del total del personal para explicar qué y como se van a hacer las cosas. La tecnología permite que hoy pueda hacerse un pozo de 4000 m o más sin que prácticamente nadie haga un gran esfuerzo físico. De ninguna manera, puede demostrarse eso con solo visitar las operaciones, las nuevas regulaciones maximizan el estereotipo de masculinidad porque cada vez hay que resistir peores condiciones.
Y sí, las mujeres han llegado a la industria, en casi todas las posiciones aunque todavía no se las ve en boca de pozo, pero estoy seguro que no tardarán en tomar también ese desafío. Eso les digo a mis alumnas, seguro de que sus competencias nos ayudarán a seguir mejorando para asegurar el suministro de energía.